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POR UN MUNDO MEJOR “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura” (Mateo 6: 33) Construyamos un mundo mejor. La sociedad de hoy se debate ante el consumismo; el egoísmo; la envidia; el deseo de obtener honores, riquezas y llevar una vida fácil. Además adolece de una falta total de caridad y de amor al prójimo. Es imprescindible volver las raíces, mirarse a uno mismo y esforzarse por ser un poco mejor cada día. Es necesario tomar conciencia de que los obstáculos son muchos, pero hay que perseverar en la lucha, para poder crecer en el amor, en la fe y en la caridad. El mundo entero pide a gritos que la paz retorne a la tierra, pero para que esa paz sea duradera debe comenzar en la mente y en el corazón de cada hombre y, desde ahí, irradiarse primero a la familia, que es la célula básica de toda sociedad, para esparcirse luego a toda la humanidad, como la buena semilla que cayó en tierra fértil. Con la mirada puesta en Dios, unamos nuestros esfuerzos para poder construir la civilización del Amor, basada en la justicia y en la solidaridad. SER PADRES HOY Los padres, por naturaleza, son los primeros e irremplazables educadores de sus hijos. Son los responsables directos de su formación, en el cabal sentido de persona humana, teniendo en cuenta que: “El hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí misma, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás.” AGRADECIMIENTO Agradecemos a la Licenciada en Orientación Familiar, arquitecta Leticia Oraison de Turpín, por su valiosa colaboración con el Grupo de Oración Padre Pío de la Parroquia de Nuestra Señora de Pompeya de Corrientes, en la búsqueda de orientar a las familias para lograr una mejor convivencia entre sus miembros y con la sociedad toda. LÍDERES, SILENCIOSOS Y ANÓNIMOS Convive con nosotros a diario, gente que siempre está pendiente del entorno, se preocupan y ocupan de que los seres que los rodean se sientan bien, estén cómodos, se esfuercen lo menos posible y no tengan mayores conflictos, son personas exquisitas, que armonizan y contemporizan todas las situaciones, aún las más ríspidas, mediando, escuchando, ayudando, conciliando, trayendo alegría y optimismo al grupo al que pertenecen. Pero en general, uno pocas veces advierte el trabajo que realizan, es tan natural, silencioso y efectivo, que no se nota, porque todo marcha bien. Pero en cambio cuando no están o bajan los brazos y se desaniman, ¡claro que sí, que se nota la diferencia! Y solo allí nos percatamos del clima positivo que se creaba siempre con su presencia activa. ¡Claro! estaban allí, uno contaba con ellas, se apoyaba en ellas, eran el pilar que respaldaban, fortalecían y solucionaban pequeñas y grandes cosas, en silencio, sin alharacas ni promoción, facilitando la marcha normal de la vida en comunidad, de tal manera que todo parecía ser natural y normal. Esas personas son los motores que sin ruido van tirando para adelante y hacia arriba a todo el grupo y que animan y optimizan todas las actividades que se generan a su alrededor, (un ejemplo palpable son las madres de familia, que siempre hacen así su trabajo). Tienen una palabra de aliento permanentemente, corrigen sin irritarse, comprenden sin pasar factura, ayudan y colaboran sin protagonismo, como si no estuvieran, como si todo fuera rutinario y fácil. Hay una película de Frank Capra titulada “Qué bello es vivir” donde se presenta al protagonista desesperado y con intención cierta de suicidarse, acto que no llega a producirse por la aparición de un ángel que le hace ver lo valiosa que ha sido su vida y todo el bien que supo hacer. Es más, le concede la gracia de poder ver, qué habría sucedido con la vida de algunos seres a quienes ayudó, si él no hubiera intervenido en su momento. Allí comprende que su ayuda aparentemente sencilla y poco valiosa, pudo mejorar la vida de tantas personas. A partir de ese momento se produce en él una renovada alegría de vivir, re-valorizando una existencia normal como la suya. Esto nos lleva a pensar que para transformar nuestro entorno no se necesita tanto, solo una palabra amigable, atenta, cordial, una ayudita oportuna, un poco de atención a los demás, un oído generoso y una lengua mezquina, bastaran para cambiar el clima de convivencia y de trabajo en el lugar que nos toque estar. Podemos llegar a ser nosotros los motores, las máquinas de tiro, las que hacen la diferencia, con solo vencer nuestras distracciones, comodidad y egoísmo que nos tiran para abajo e inhiben lo mejor de nosotros mismos. Llevemos entonces a nuestros actos y acciones un poquito de paciencia, de compresión, y de generosidad, para aprovechar mejor el día y vivirlo con alegría, cambiando el mal humor ambiente, con una pizquita de picardía, que no es tan costosa y puede reportar tanto beneficio.
Por eso y para eso, para animar a cambiar, sin que importe tanto el esfuerzo, les alcanzo unas palabras de Bertolt Brecht que dijo: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay otros que luchan muchos años y son mucho mejores. Pero hay quienes luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.” Orientadora Familiar
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